jueves, 22 de octubre de 2015

Gran Hermano 5 - Humanidades 0



"El arrinconamiento de las Humanidades es la forma más feroz de perder la vida, es la muerte de la cultura", decía Emilio Lledó, Premio Princesa de Asturias 2015 de Comunicación y Humanidades, parafraseando a Walter Benjamin, "y en ello tienen responsabilidad programadores ignorantes de los planes de estudio, una tremenda plaga, porque lo terrible es que un ignorante con poder pueda determinar nuestra vida. La Universidad tiene que educar la sensibilidad, ésa es la manera de crear libertades". 

Emilio Lledó
Jose Luis Sampedro
José Saramago


Estas reflexiones realizadas por uno de nuestros sabios actuales siguen la misma estela que otros humanistas como él ya habían comentado. Así Jose Luis Sampedro decía: Vivimos en una sociedad, muy rica en conocimiento científico y enormemente pobre en sabiduría, que es el arte de vivir, de llevar al colmo las potencialidades de la existencia humana”

José Saramago, por su parte, comentaba: "Desde el punto de vista empresarial, no hacen falta las humanidades. La pregunta fundamental de las humanidades es qué es el ser humano, mientras que para los círculos empresariales y tecnócratas que se ocupan de la utilidad inmediata la pregunta es para qué sirven los seres humanos. 
La función de quienes tienen la responsabilidad del gobierno y también de los artistas consiste en la obligación de hacer el mundo cada día más humano. Por vivir en comunidad nuestra misión, que no es histórica, ni mucho menos divina, consiste en construir humanidad. Eso tiene que ser una preocupación diaria, para que la caída de todos los días se detenga".

          Los valores están cambiando y lo hacen a costa de construir una sociedad donde el consumo, la autocomplacencia y la falta de respuesta, presiden nuestras vidas.

Gallinas en una granja industrial

Imagen de Gran Hermano 14
Los programas de entretenimiento promueven la falta de reflexión, buscan conseguir en el espectador un encefalograma plano. Se usan como bálsamos que permitan olvidar nuestras grises vidas contemplando anonadados las de otros. Si a los animales se les da alimento en granjas industriales hasta el momento de su sacrificio con los humanos sucede algo parecido, pero en sentido inverso, se busca vaciar la cabeza de ideas, evitar en todo momento que surja la duda y alentar el pensamiento único, presentando una realidad edulcorada en la que todos, supuestamente, deberiamos estar encantados de vivir. 

El eliminar de los planes de estudio a la filosofía no deja de ser un eslabón más de una larga cadena en este proceso de atrofiamiento mental. Si el no conocer la historia nos condena a repetirla, no conocer como pensaron y reflexionaron otros antes que nosotros nos llevará a una pobreza dialéctica que más bien pronto que tarde, acabaremos pagando. Ya no es necesario hacer arengas pidiendo la muerte de la cultura, todo está encaminado a matarla sin más.
 
        Se tiende a lo práctico, a la especialización en una determinada rama o materia, pero se pierde la visión global sobre lo que se está actuando. Posiblemente las generaciones que acabamos la universidad a inicios de los 90 tuvimos todavía la fortuna de tener una enseñanza más generalista. Como alumno que fui de la Escuela de Arquitectura recuerdo que las asignaturas cursadas no alcanzaban en muchos casos la profundidad necesaria para tener un dominio profundo de la materia estudiada, pero sí permitían saber cómo interactuaban en relación con otras que intervendrían en los procesos de proyecto y construcción. Es decir, se trabajaban con mayor profundidad las asignaturas de proyectos y se obtenían los principios básicos de construcción, estructuras, instalaciones, urbanismo, jardinería…, para que una vez terminado el proceso todo actuara como un único sistema. En la actualidad parece que se quiere potenciar más la especialización en alguna de esas partes, pero no siempre teniendo en cuenta como interactúa con las otras, o lo que es lo mismo, el calculista de instalaciones se preocupa que su trabajo funcione obviando cómo éste se implanta en el edificio. Las necesidades actuales no son las mismas que las de tiempos pretéritos,  y si hay que calentar una catedral tan fantástica como la de Pisa o la inigualable capilla turinesa de San Lorenzo del genial Guarino Guarini, no se duda en la colocación de unos monstruos metálicos en donde haya espacio y se ofrezca respuesta al problema. Da igual que estas descomunales máquinas tengan que convivir con delicados espacios que artesanos y artistas de siglos anteriores hicieron con el mayor de los cuidados y con la maestría que se transmitía de generación en generación. 

Catedral de Pisa, consagrada en 1119. Los "sutiles" cañones de aire se colocaron en la década de los 90 del siglo XX.
                De la misma forma los programas de dibujo asistidos por ordenador han obtenido tal desarrollo que se olvida que son un instrumento de trabajo, convirtiéndolos en fines en sí mismos. Presentarse a cualquier concurso sin unas imágenes renderizadas epatantes es sinónimo de fracaso, pero en muchas ocasiones los resultados finales son decepcionantes cuando se pasa la frontera de la realidad. Sutiles construcciones que se sujetan en el aire (recordemos que el papel lo aguanta todo) pasan a ser grotescas moles con unas hipertrofiadas estructuras que no fueron pensadas así desde el primer momento, sino que son consecuencia directa de la construcción de lo que eran unas atractivas formas y que en el proceso han perdido parte de su gracia inicial. Lo visual, la imagen, tiene mas peso que lo real, la construcción.

Concurso de granjas verticales para Londres

                Vivimos en el mundo de lo inmediato, la ropa y los muebles ya no son para siempre, Zara e IKEA son una referencia en los mercados. La ropa y el mobiliario es de temporada, no se compra para que dure muchos años, mientras aguanten unos meses se dan por válidos. Es la generación "Kleenex", se usa y se tira. En la actualidad las uniones de los muebles se resuelven con tornillos o silicona, se compran en kit, se llevan a casa y una vez allí los montan con mayor o peor destreza los propietarios, no hay una persona que llene de serrín nuestros salones y minuciosamente haga el ensamblaje de las distintas partes. Se están perdiendo los oficios a pasos agigantados. Encontrar un buen carpintero que sepa hacer uniones de madera que permitan un envejecimiento de su trabajo con la dignidad adecuada se está convirtiendo en una misión imposible. Esta pérdida del gusto por el trabajo bien hecho va estrechamente unida al coste del mismo, primándose exclusivamente el precio del objeto que se necesita. Y ello es debido a lo que se comentaba al inicio de estas líneas, la escala de valores se ha alterado. Recuerdo que mi abuelo Ramón, cuando iba a escoger unos muebles no miraba tanto el diseño de los mismos, sino la veta y la calidad de la madera, los ingletes, los encuentros. Conocía el oficio y apreciaba los detalles, sabía que de todo ello dependía que aquellos muebles resistieran el paso del tiempo. Ni que decir tiene que lo hicieron, no sucumbiendo con el paso del tiempo como otros más vistosos que llegaron posteriormente.


Imágenes del libro ‘The Art of Japanese Joinery’ by Kiyosi Seike


Instrucciones de montaje de la estantería Billy de Ikea
          Incluso el mundo de la cultura se hace epitelial, huyendo de profundizar en los temas. La lectura de la solapa de un libro puede ser suficiente para emitir una opinión en una tertulia y el asistir a una exposición se puede suplir con la compra del catálogo en la tienda del museo. 


        Filosofía, cultura, buen hacer profesional, son términos que a muchos les sonarán a antiguo, de hecho, tanto como la humanidad, pero son indispensables para poder construir un futuro que merezca la pena. De nosotros depende apostar por uno u otro modelo, aunque lo vivido en el presente no es buen indicio de lo que puedan ser los tiempos venideros.